Siempre es así… Nada queda como está.
Es cuestión de minutos.
Una racha de viento tira un puñado de hojas, mueve el agua, se forman olitas. Solo eso ya cambió el paisaje y lo que fue hace un instante desapareció igual que la clama del río.
Ni hablar de cuando pasan los días y llegan las diferentes estaciones.
El Delta va transformándose y pasa del verde brillante de los primeros brotes en primavera, del revoloteo de las aves presurosas haciendo sus nidos, de los estridentes colores al uniforme paisaje del verano con frondosos árboles y miles de tonos de verdes, árboles que al verlos nos recuerdan el alivio de su fresca sombra.
Luego viene el otoño y todo es una fiesta de tonos rojizos, ocres, hojas en el suelo con el incomparable ruido de los pasos en un colchón de hojas secas.
Y al llegar el invierno, el increíble contraste de la desnudez de los árboles con el blanco del pasto helado.
Nada queda como está…
Lo que vi quedó grabado en mi mente, en alguna filmación, en una máquina de fotos.
Pero ese instante de la naturaleza es como la vida, irrepetible y como en ella solo se puede disfrutar con la mirada y con los ojos del alma.
Malena
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