El último domingo de cada mes un grupo de amantes de las palabras y el río nos juntamos en la Bibliolancha de la Biblioteca Santa Genoveva del Arroyo Felicaria y nos vamos a escribir a los Bajos del Temor. Allí el río nos mece mientras escribimos

viernes, 24 de junio de 2011

Nada queda como está

Vinimos aquí a Los Bajos como si fuera un sueño. Haciendo lo más deseado: escribir, una virtud que me va viniendo de a poco y con fuerza, modo de “decir” sanador en dolores duros, de decir lo soñado.
Aquí  se combina “escribir” y en “Los Bajos”, lugar elegido de mundo, seguro que soñado de toda la vida sin saberlo.
Lugar que me llamó y me encontró.

Maravilla que brilla y refleja en el marrón del agua
amarillo de sauces amarillos
Que hace danzar la paja espadaña de la costa baja
Que hace boyar un tronco pesado
Que apenas mueve un tronco suave, que lo retiene y lo suelta, lo mece, lo acuna
Que hace girar un camalote, camalotito
Que sólo va, solito y gira y gira sin parar
Como la vida que gira,
va y sólo va
Este lugar que impulsa a una garza a cruzar el fondo del cielo
Que la atrae y la empuja a ir a …
Adónde irá?
Qué sabe la garza,
pero va
Este lugar que
amarra los juncos que dan tanta paz
esos juncos que saben bailar al son del río
Que va
Como la vida que sólo va

Nada queda como está


Siempre es así… Nada queda como está. 
Es cuestión de minutos. 
Una racha de viento tira un puñado de hojas, mueve el agua, se forman olitas. Solo eso ya cambió  el paisaje y lo que fue hace un instante desapareció igual que la clama del río.
Ni hablar de cuando pasan los días y llegan las diferentes estaciones. 
El Delta va transformándose y pasa del verde brillante de los primeros brotes en primavera, del revoloteo de las aves presurosas haciendo sus nidos, de los estridentes colores al uniforme paisaje del verano con frondosos árboles y miles de tonos de verdes, árboles que al verlos nos recuerdan el alivio de su fresca sombra.
Luego viene el otoño y todo es una fiesta de tonos rojizos, ocres, hojas en el suelo con el incomparable ruido de los pasos en un colchón de hojas secas.
Y al llegar el invierno, el increíble contraste de la desnudez de los árboles con el blanco del pasto helado.
Nada queda como está…
Lo que vi quedó grabado en mi mente, en alguna filmación, en una máquina de fotos.
Pero ese instante de la naturaleza es como la vida, irrepetible y como en ella solo se puede disfrutar con la mirada y con los ojos del alma.

Malena

Nada queda como está


Detenida en una masa espesa, suave, mercurial.
Un leve movimiento.  El torso repetido saluda desde  el agua. La fotografía de ella misma en el marco de un cielo a punto de nublarse. ¿Cuánto más permanecerá sin mostrarse?
Mucho frío, los dedos congelados. Un regocijo a punto estatua.
La escritura cristaliza lo que queda de ese instante. 

Mónica Pampinella