El día amaneció extraordinariamente gris y frío. El hombre abandonó su casa, pensó en su madre sin saber porqué. Iba hacia su trabajo de maestro en una lejana escuela de la Isla Martín García. Se encontraría con sus compañeros. Subirá al helicóptero, será un día más, largo, cansador; pero amaba su vocación.
Al atardecer cuando vuelva, el abrazo de su mujer, el perfume de su pequeño bebé sobre su piel lo calmarán y pasará la angustia ¿angustia? ¿de qué?
El viento es fuerte, anuncia temporal, tal vez marea…
El helicóptero viaja rápido, el paisaje del Delta llena sus ojos, acaricia su alma. El ruido del motor suena monótono en sus oídos, sus ojos se cierran, cree dormir…
De pronto … algo sucede, los ruidos cambian, ramas rotas rozan el aparato, el río cercano se mueve enloquecido, se siente fuera de sí como si retrocediera presa de un pánico repentino. Ya no hay paisaje… sólo retazos, dolor.
La costa recibe el triste desenlace de un viaje sin llegada.
Lejos en la ciudad, un niño, una esposa, una madre viven ajenos al dolor que los inundará en unas horas.
Un perro cabizbajo que merodeaba por ahí, mudo testigo, se acerca, ventea. La escena desolada se dibuja en sus ojos. Lagrimea.
A medida que el crepúsculo iba avanzando hacia su fin, el animal iba sintiendo más ávidamente el deseo de ver brotar las llamas de una hoguera para alejar la muerte.
Malena
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