El último domingo de cada mes un grupo de amantes de las palabras y el río nos juntamos en la Bibliolancha de la Biblioteca Santa Genoveva del Arroyo Felicaria y nos vamos a escribir a los Bajos del Temor. Allí el río nos mece mientras escribimos

jueves, 8 de septiembre de 2011

La vida se va

Agua desolada, agua fría
Recuerdos como hojas lejanas
Sueños rotos de valles que no están
Sueños rotos de montañas perdidas

Dónde, las colinas azules?
Dónde, el regazo materno?
Dónde, aquellos mares?

Busco en mis recuerdos
Y sólo agujero profundo

Idas para siempre las colinas
Las montañas
El regazo de luz

Sólo ebria de dolor
Por la vida que se va

Puro dolor
Por la vida derramada
Que se va

Guillermina Weil

Lo eterno


El silencio se acoda un instante
El líquido de terciopelo negro mira.
La bella luna llega.
Ningún murmullo.
Río calmo con un curso de influencia apaciguadora
Se desliza
Murmullo
Silencio
Columna quebrada serpentea y se desliza por todas partes,
Dulcemente
Una ventana para contemplar el mágico resplandor de lo eterno

Cecilia Dumrauf

Varada


Es una inmensa extensión
¡Agua! ¡Cielo! ¡Aves! ¡Viento!
Como mi vida perdida en el tiempo
¡Amor! ¡Dolor! ¡Pasión! ¡Sueño!
Voy viviendo ligero, corro a veces
Busco no equivocarme, no perder el paso,
Desesperadamente encontrar la senda
No vararme y que me llene la ausencia
¡Es río! ¡Paisaje perfecto!
Navegar es perder la noción del tiempo
Pensando… Dios, si fuera paisaje sería este momento
Pero de pronto como en mi vida
Varada la canoa ¡freno! Me detengo
Apretado en mi mano ¡el remo!
Como mi vida pienso…
Varada… vendrá la marea
Me rescatará de un tirón
Me acariciará el alma
Me sumergirá otra vez en la corriente
Me quitará de mi miedo…

Malena

¡Agua! ¡Río!


Y volveréis a verme a orillas de los ríos.
Solo será necesario ¡el agua!
Los juncos que se blancean
La creciente y un rayo de luna
Para una meditación sobre la muerte.

Solo será necesario la niebla… un viento dulce
Un fantasma muy pálido
Con la frente velada sobre las ondas
Sentado viendo las bagualadas
Por las islas como cuerpos abrazados.

El Paraná y el Uruguay
Vuelcan su agua
¡Es sombría, durmiente, insondable, silenciosa!

¡Oh río! Padre antiguo que se va callado
¡Agua! Flores abandonadas trenzas rotas
Cubiertas de arena y caracoles.
-          Vuelve a hablarme …
-          Dame lecciones …
Antes que camines rumbo al mar

Malena

miércoles, 3 de agosto de 2011

Andá nomás


El cielo quieto, puesto, celeste, ahí, silencioso, masacote. El cielo qué celeste el cielo que nos miraba a todos, a todos los que lo estábamos sintiéndolo, al cielo.
Todos ahí abajo sin saber por qué, escuchando el mismo grito de esos pájaros que parecían locos, desaforados, a quién le gritaban, esos pájaros, digo a quién?   
Plantas salvajes, ámbares largando ese perfume groso, a quién?
Juncos recién venidos porque algún limo se obstinó en ponerse junto a otro. Y se puso uno, y se puso otro, y más más más y el junco vino. Obstinada la vida.
Y los camalotes, que también se juntan y navegan porque sí nomás, vuelta, vueltita, danza, dancita, pal sol, seguro que para él hacen esas piruetas amorosas.
El cielo que nos tenía a todos.

Y vimos venir a la garza boyando suave tan suave como parte del agua. La garza venía a la deriva, lenta, con su cogote flojo flojito, laxo colgaba su cogote. Su boca entreabierta, en blanco sus ojos. Cómo serían sus ojos? El pico duro porque era duro. Sus plumas con las puntitas desprolijas. Sueltas sus patas naranjas.
La garza se dejaba llevar.
El agua estaba serena, quieta estaba el agua, buena, tierna, pura.
En esa profundidad apenas, las patitas casi tocaban el barro. Su cuerpo flotaba tan suave. No pensaba en nada, sentía ese bienestar que da la vida, ese andar por andar nomás.
Ese inmenso cielo, el celeste, se le pegaría a su cuerpo.
Se unirían los colores, los rostros, los sabores, las voces, los cantos.
Tantas miradas se unirían en ese punto infinito, punto hueco que deja pasar de esto a lo otro.
La garza andaba suave, sin pensar la garza.
Celeste como el cielo, concentrando todos los colores de la vida.
Los de sus vuelos rasantes, los de sus noches largas de frío, largas de esperas, vacías las noches.
Los colores de sus amores idos, de las turbulencias de sudestadas que le llenaban el río.
Los colores de esas mañanas brillantes azul de escarchas, hielo sobre el suelo, hielo en las hojas más altas, hielito helado que le encantaba. El frío le gustaba tanto, le ponía poder. Con su cuerpo caliente salía a volar a pura fuerza contra el frío plano. Qué lindo era ese frío de escarcha que prometía pleno el sol, diáfano el cielo.
El color de los peces la hacían reir.
Y los vientos del oeste, esos temidos, vientos breves pero tan potentes.
-Te acordás de esos vientos que nos metían dentro de los troncos del monte? Cómo nos bamboleaban esos poderosos oestes que nos hacían perder el río. Y vos me decías – se lo tragan pero después vuelve –
La garcita compactaba en su cuerpo todos los colores o era el cielo que lo hacía?
El rojo rojo de su propio nacimiento que no olvidaría, ese nacimiento que la movió a tanto. Cuánto prometía la vida, eterna nos parecía la vida. 
El amarillo de sus pichones idos, partidos rotos sus pichones, devorados por temporales, arrancados por bestias fauces. Porqué siempre uno se come al otro, qué idea tan loca trocar, trocarse, para qué tanto cambio?  Sus pichones le habían dolido tanto.
El naranja se le concentraba en su pico y venía del sol, ese sol
a-do-ra-do de los atardeceres en Los Bajos. Ese sol fuegazo que rompía la vida cuando se reflejaba en nubes. Cómo rompía la vida, tanto que le daban ganas de quedarse ahí para siempre, de metérsele adentro y para siempre. - Qué más …, te acordás que te decía?, qué más queremos? -
Yo pensaba, qué excitante debe ser morir, que fascinante si me tragara ese sol.
Y te quería tanto… - te acordás cómo te quería? Como ahora, igual pero ya sin ruido, escuchás? Nada nada silencio shhh.
El amor había sido una bendición del cielo, de ese cielo que nos miraba. El amor nos había hecho buenos, mansos. Lo llevábamos en el pecho.
Una vez te había dicho, quién sos vos y quién soy yo, cuál es que va, cuál es que viene? Y vos me contestaste,  - no te das cuenta que el amor no empieza ni termina, el amor ES - 

Todos te veíamos garcita nuestra, te veíamos dejarte a la deriva. Nos mirabas sin vernos o es que nos veías como nunca lo habías hecho?
No pensabas en nada.
Seguro que buscabas el sol de ese atardecer, de esos que te tentaban a meterte adentro y ya está.
El sol te llamaba.

El junco que estaba en silencio tenía absorta su mirada en ella.
Se inclinó hacia el agua y la movió hacia sí con fuerza una y otra vez. Metió sus flores en el agua y remó hacia sí, movió movió el agua. La atrajo. Él se inclinó y con suavidad la rodeó, como un brazo amoroso la rodeó. Con sus flores le acarició el rostro, le sopló despacito en los ojos, que ya estaban entornados. Le dijo bellezas.
Tomó su cuerpo ya sin peso.
El junco contuvo a la garcita en su seno.
– Ya es hora, amor mío. Yo soy feliz en tu liviandad, te tengo toda en mí, yo soy vos como el sol, el cielo y el agua -, que se habían unido entonces.
El rojo tremendo del sol fuego se había convertido en gris de a poco. El río naranja del sol se había pegado al cielo y no se sabía dónde empezaban, donde terminaban.
El  color estaba ya sin color, todo era Uno. El fresco era suave. El aroma a ambar estaba sin estar. Ningún pájaro volvió a cantar.
El silencio le traía todos los cantos de la vida.
- Estaré bien. Te extrañaré a veces, pero será porque te me estarás saliendo de adentro. Éste es tu camino, ahora lo sé. Lo conozco, lo ví y lo transitaré. No importa que por un tiempo andemos por otros sitios, hablando otras palabras -
- Qué va, estaré bien, sabré disfrutar del tiempo que queda, sabré entender lo necesario, aceptar lo dado. Me dejaré llevar así como me enseñaste, a la deriva. Que el agua te lleve adonde deba ser. Yo estaré bien y te querré. Olvidarte? No sentirte? No  tenerte?
Ya somos Uno garcita mía. Andá nomás –
El sol es agua, y el agua es verde, el verde de la vida, humo.

Guillermina Weil

¿Qué está haciendo ese tipo ahí?


Como todas las mañanas se había levantado temprano, era domingo y estaba solo, sin ganas de quedarse en la ciudad. Se tomó un cafecito ya que los mates lo esperaban en la isla.
Se puso el pantalón de fajina cambiando a último momento la campera por el  abrigado chaleco verde, el que le regaló ella y a él no le había gustado por parecer uniformado ¿y ahora qué? -  se preguntó.
Ella siempre ponía una excusa para ir a visitar a sus viejos, pero  él cuando cumplía un mes sin poder ir sentía que le hervía agua marrón por las venas y no le importaba dejarla sola el fin de semana, ahora ya no era el caso.
Tomó  el tren en Retiro al igual que esos tipazos que venían de cuidar sueños ajenos. Al guardar el recibo de la guardería dudó cuánto tiempo podría solventarlo pero no importaba, iba a sus pagos como un rey, ya sin la juventud  del mejor bailarín del club, con un poco de panza…, pancita cervecera , lo cargaba la mujer del conserje, pero qué importaba si no estaba para arrastrar nada, ni siquiera el mediomundo . Navegó el trayecto que hacía de chico cuando su madre lo llevaba al hospital de Tigre, estrenaba lancha, aunque había  sido de otros dueños.
Pasó antes por el Felicaria, a buscar el equipo de mate en lo de la Zuni, quien había insistido con mensajitos de textos casi todos los días desde que se enteró de la desgracia y aunque ella se había hecho el rulo de que la invitara a pasear  en la lancha, él se hizo el oso esgrimiendo que necesitaba estar solo. Ella había agregado bizcochitos de grasa recién horneados y el agua estaba a punto para que no se limpiara la yerba.
El hombre agradeció y siguió viaje, por fin podía ir al  lugar donde cortaba juncos con el Chueco y el Gringo, iba a poder detenerse en el bajo que se le antojase y no dudó en meterse avasallante por el canal.
Una embarcación colorida a rabiar irrumpía con gente parloteando, con papeles en las manos, se preguntó que hacían  un día de invierno ahí y para colmo lo miraban hasta el descaro.  La misma pregunta rebotó multiplicada:
- ¿Qué está haciendo ese tipo ahí? , ¿de dónde viene? dijo el encapuchado, ¿quién es?...tarea para la próxima semana -  dijo una de las tres mujeres.
Entonces el tipo no supo qué hacer, buscó los bidones de agua que tenía en la lancha y se puso a trasvasar el líquido transparente de uno a otro como si nada y se alejó silenciosamente en el gris de la tarde.

Monipampi